jueves, 24 de mayo de 2012

Andrés y el miedo a las palomas, resumen de un caso.


Haciendo una limpieza de archivos, encontré esta foto dentro de la historia clínica de este particular anciano, el tiempo transcurrido entre el día que se tomó la foto, lo que sucedió después y esta nueva mirada que le doy me llevó a escribir un resumen del caso, a modo de compartir y quizás de obtener otras respuestas, no de mí sino de los lectores y colegas que decidan leerlo.

 Cuando Andrés Villanueva de 73 años asistió a psicoterapia relató como motivo de consulta un desmedido temor a las palomas. Antes de profundizar en el tema fue necesario recabar algunos datos personales sobre sí y su vida actual. Viudo desde hace dos años y jubilado desde hace quince, se encontraba recién mudado a una casa vieja del centro de la ciudad que colindaba con la plaza principal. Refiere que este cambio de residencia surgió de su interés por acercarse al lugar de su juventud y a los amigos que aún conservaba por la zona. Su tiempo lo ocupaba entre quehaceres domésticos, lecturas literarias y reuniones con amigos. En general su salud física era estable, salvo algún problema articulatorio en sus manos que le hacía sentirlas un tanto entumecidas y que su médico estaba evaluando. Volviendo al motivo de consulta, decidió asistir por sufrir de fuerte ansiedad, pesadillas y temor a salir a la calle. Síntomas que antes no había presentado y que parecían estar relacionados con su nueva casa, puesto a que había estado más expuesto al contacto con palomas, precisamente las que merodeaban cada mañana y cada tarde la plaza principal.

Se le preguntó a Andrés si había tenido alguna experiencia traumática relacionada con palomas y éste afirmó que siempre le había tenido recelo a los animales en general, pero nunca había sentido esas incontrolables ganas de salir corriendo ante la presencia de algo tan específico e insignificante como una paloma. También reveló que una vez, cuando tenía 10 años, un pájaro negro descendió con rapidez de un árbol y comenzó a volar sobre la cabeza de su madre, pero más que asustarle le causó mucha gracia y fue motivo de risas para toda la familia. 

Es preciso señalar que cada vez que Andrés nombraba a estas aves se estremecía y sacudía su cabeza teñida de hilos plateados. Las citas fueron acordadas por él siempre al final de la tarde, iniciando la noche, de modo que pudiera salir cuando las palomas se habían recogido entre los árboles, el techo de la casa abandonada que quedaba en el otro extremo de la plaza y el campanario de la iglesia. Salía corriendo y se introducía en el taxi que lo conducía hasta el consultorio.

Paralelo a un entrenamiento en ejercicios de respiración y relajación se fue indagando un poco más sobre la especificidad de este miedo y su posible origen. Como sabemos todo síntoma deviene de una angustia consciente o inconsciente, real o imaginaria. Y no es más que un llamado desesperado desde las entrañas que nos obliga a trazar un camino hacía el sí mismo. Por otra parte, la psique se encarga de hacernos ver su actuación contradictoria y al mismo tiempo compensadora, puesto que así como impulsa la angustia necesaria para el desarrollo del yo, asimismo coloca las barreras para llegar a lo que espera por ser revelado, ordenado y reparado.

Las pesadillas de Andrés consistían en un ataque de palomas, como si estuviera dirigido por Hitchcock. Rodeaban su casa, chocaban contra las ventanas, lo atacaban en la plaza, en la playa, al hacer las compras en el supermercado, mientras hacía el amor con una mujer que no identificaba, cuando tenía cinco años, en la regadera, cuando tenía veinte años, mientras estaba en su lecho de muerte. Sin ningún argumento, sin explicaciones las palomas aparecían en sus sueños y lo atacaban, emitiendo sus sonidos extraños, guturales y arrolladores.

Al inicio estas pesadillas no lo afectaban porque las relacionaba con un libro que había leído en esos días, Los pájaros de Daphne Du Maurier. Sin embargo, mientras se hacían más repetitivas, parecían volverse para él más reales, más premonitorias, más amenazantes. Quiso investigar si ese libro se basaba en una historia real, pero luego se arrepintió por el temor a la respuesta.

Cuenta en una de las sesiones que una mañana tras una noche de insomnio, gracias a las pesadillas, se encontraba desayunando frente a la ventana que daba a la calle, cuando alzó la mirada del plato a la ventana y vio una paloma posada, casi reposando, sobre el marco de la ventana. Comenzó a escuchar los latidos de su corazón y su respiración se aceleró por cada segundo. La describe con un aire lúgubre, grisácea y de unos ojos oscuros, brillantes e inquietos que lo miraban con escudriño. Estaba pensando ocultarse debajo de la mesa cuando de pronto con actitud confiada el pájaro se echó a volar en dirección a la estatua de la plaza. Desde entonces comenzó a cerrar con seguro ventanas y puertas y dejó de salir por las mañanas a comprar el periódico y tomar el café en la panadería de la esquina.

Así teníamos algunas coincidencias, un libro cuya historia se parecía a la de sus pesadillas, y un incidente particular con una paloma, incidente que seguramente pudo haber pasado antes o después pero en este momento tomaba un significado inquietante. Significado que todavía no se había revelado y que justamente a Andrés le costaba precisar. Lo que más le angustiaba era haber creído durante toda su vida que a casi nada le temía y que de un momento a otro sintiese ese temor sobrenatural hacia las palomas.

Como no era justo esperar a develar el meollo de todo este entramado psíquico y al final de cuentas ese era mi objetivo terapéutico, mientras que el de Andrés era retomar su tranquilidad, se planteó un tratamiento para su ornitofobia basado en desensibilización sistemática.

Se programaron algunas sesiones de aproximaciones sucesivas al objeto ansiógeno y fue como por medio de historias sobre palomas, fotos, videos, películas, palomas enjauladas y palomas en la distancia que Andrés se fue acercando al animal temido, convirtiendo sus racionalizaciones ilógicas a unas más reales. Así fue como pudo abrir las ventanas de su casa, pararse por unos minutos en la calle cerca de la puerta, pudo sentarse en la plaza, alimentar las palomas y establecer un contacto más intimo con ellas hasta el punto de que se posaban en su cuerpo y él las recibía, de uno de estos encuentros nació esta foto que Andrés pidió para tenerla como evidencia y recuerdo de su proceso terapéutico y para regalarme una copia a mí en agradecimiento. Fue particular esa relación de aversión y profundo temor que Andrés tuvo con las palomas y luego de amor y paz e incluso dependencia.

Fue muy poco lo que se pudo profundizar sobre el temor de Andrés, quedó oculta su esencia. Ya superada la ansiedad, Andrés no quiso continuar con la terapia ni tampoco desenmascarar el conjunto de significados y emociones que se mostraron por medio de la ornitofobia. Yo le advertí que seguro los síntomas aparecerían camuflados en otro tipo de psicopatología, pero Andrés lo dejó así.

Luego supe por unas personas que se incluyó en un club de colombofilia. Que participaba en competencias y hacía shows en la plaza. Que las palomas eran sus amigas y no había rastros de temor.

Lo extraño e intangible de todo esto, fue saber unos meses después que Andrés murió picoteado por palomas. La nota de prensa afirma que fue hallado muerto en su cama rodeado por mansas palomas de pico ensangrentado, entre ellas se encontraba Alicia, su paloma adiestrada, la cual sostenía un mensaje en la pata derecha, «Aquel sueño fue más que un sueño». Hecho curioso, que quizás a Jung le hubiera interesado estudiar y a Poe escribir. 

3 comentarios:

Cristina Calduch dijo...

Muy interesante relato, Anais. Me gusta especialmente ese final rocambolesco e inesperado. Nos seguimos leyendo. Saludos.

Anaís Barrios Flores dijo...

Gracias, Cristina. Me agrada que te guste el final, en general no estaba muy conforme con el texto y temo que el final sea un poco cliché.

Anónimo dijo...

Me gustaría saber qué hay de cierto en este relato. Sufro la misma fobia, y me gustaría saber si de verdad el supuesto Andrés pudo realizarse esa foto tras superar este gran problema. Un saludo

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