lunes, 27 de septiembre de 2010

No es más...

El autobús no es más que gente amontonada que sale con esperanzas y regresa con cansancio. Mientras viajo en él hay mañanas en las que juego a que mi nariz es una caña de pescar y persigo los olores de las personas hasta atraparlos, como si les quitara un pedacito de sí mismas. Por eso prefiero las mañanas dentro del autobús, por los olores: champú, colonia, jabón, cremas, ropa limpia. Me gusta creer que todos esos olores son pulsión de vida, que todos los viajeros se alistan para la fiesta, para el encuentro con el sueño amado. En cambio las noches se me hacen pesadas, con esa luz tenue del autobús que cae como un manto sobre nuestras cabezas, con ese olor pegajoso de sudor y ensimismamiento. Por las noches parece que los fantasmas salen, penetran las ventanas y regresan con nosotros a casa. Así la vida se escurre sumida en un recorrido fluctuante donde la parada de la alegría no es más que brevedad y asombro.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Del Extranjero a Taxi Driver: Un recorrido por el absurdo humano

Durante estos últimos días me he topado con dos obras que abrieron en mí unas cuantas interrogantes y estoy segura que no sólo a mí sino a todas las personas que han podido leer y ver estas dos producciones del arte, una literaria de la mano de Albert Camus (1942) y otra cinematográfica escrita por Paul Schrader y dirigida por Martin Scorsese (1976). 

Aquí no pretendo tratar el desarrollo y la complejidad psicológica de los protagonistas de estas obras, sólo quiero comentar sobre lo otro: lo social. Sobre la humanidad y su moralidad. Y es que para mí lo sorprendente no es sólo lo individual en cada personaje sino lo colectivo como representación de un sistema y una realidad absurda que moldea y enmarca esa individualidad y viceversa, puesto que no existiría lo social sin los individuos, sin la existencia misma de lo humano. 

En el Extranjero nos topamos con el particular Meursault, un sujeto que resulta un extranjero dentro un sistema social que no lo comprende y que él tampoco se esfuerza en comprender. A Meursault lo juzgan y sentencian a muerte no específicamente por matar a un hombre sino por no demostrar dolor y sufrimiento ante la muerte de su madre. En contraposición, a Travis en Taxi Driver no lo apresan por matar a un proxeneta y otros corruptos, lo cual en esencia lo hace ser un asesino, sino que lo convierten en un héroe en New York sin considerar claramente la violencia que encarna y se encuba en sí mismo. Todo un círculo vicioso, toda una muestra de la enfermedad moral de la que somos partícipes.

En ambas obras, magníficamente llevadas, nos encontramos con dos realidades que fluctúan entre los extremos del sinsentido. Fue inevitable quedar suspendida en una conciencia y una realidad expansiva y tangible: la del absurdo de la existencia humana, con sus actos y (des)construcciones.

Para algunos estas dos producciones podrían ser muestra y significado de una humanidad decadente, del progresivo fin, de la absurdidad absoluta que lo abarcará todo. Pero partiendo desde Camus ¿Por qué ha de ser así? Si más bien lo absurdo podría ser una transición, un trampolín que nos coloca en una inflexión donde tenemos que decidir y actuar. La conciencia del absurdo no necesariamente es el fin, podría ser el comienzo: La búsqueda de sentido. Pero eso ya cada uno lo decide. 

Publicado en: Colectivo Letra Franca