lunes, 14 de mayo de 2012

Perturbadora


Desde que la conozco me he percatado que a Matilda le gusta perturbar. Diría que es su pasatiempo, su breve resistencia, algo así como un reclamo y también una sacudida. Eso que hace es como ese ruido con los pies que quiere hacer Nicanor Parra. En algunas conversaciones me ha dejado entrever que desde pequeña le ha atraído lo anormal, aquello que no encaja, que está fuera tono. En todo lo que a simple vista pudiera parecer perfecto, ella encuentra el detalle disonante, pero cabe decir que no es aquello evidente, es precisamente lo mínimo, lo que tímidamente se asoma lo que a ella le fascina mirar y hacer notar. Definitivamente es una obsesa con eso, ella sostiene que es justo la naturaleza casi imperceptible de los detalles, lo que les otorga una presencia callada, tan quieta como incómoda. Para ella son señales de que algo no se debe olvidar, de que algo intrínseco es inevitable negar. Es por eso que Matilda pudo notar desde la distancia una chispita de aceite posada en el vestido blanco de lunares azules de la sífrina del piso 5. Asimismo no puede dejar de mirar el ligero abultamiento de la fosa nasal izquierda de la Sra. Fernanda, la del abasto. La semana pasada vio como el zapato derecho de Andrés, el compañero de clase que se sienta en la segunda fila cerca de la ventana, fue pulido con más esmero que el izquierdo. No la satisface tanto ver el detalle como hacerle ver al portador del mismo la presencia de éste. Otras veces es ella, la que se encarga de lucir y llevar consigo un detalle disonante. De modo que puede salir a la calle con nueve uñas de sus manos pintadas de rojo fuego y una de rojo pasión o puede tejerse en el cabello dos criznejas y dejarse una dos centímetros más larga que la otra, también puede llevar una camisa de botones blancos entre los cuales se encuentra uno amarillo. Claro, es necesario mencionar que no siempre logra su cometido, el de perturbar, pues no todos son iguales de obsesos que ella y los pequeños detalles pasan desapercibidos o son ignorados aunque ella los resalte. A mi parece evidente que Matilda se esfuerza mucho, que se aferra a la excusa de encontrar lo mínimo como señal de algo que quiere olvidar, como signo de que algo intrínseco intenta negar. Matilda huye desde hace mucho tiempo, de algo perfecto y mucho más grande que sus detalles disonantes, puede que huya del dolor o quizás de la muerte, eso no lo sé. Lo único que puedo mostrarles de Matilda es esta foto, se la hizo ella misma, la actuó ella misma, encuentren ustedes el detalle disonante y vayan conociendo a Matilda.





Primer texto del Proyecto Literario Letras Instántaneas.

10 comentarios:

Bitácora de vuelos dijo...

A grande rasgos, olvidar lleva a Matilda a obsesionarse con ciertas cosas. ¿Es esto posible? ¿Será el mismo olvido una obsesión? ¿Nos obsesionamos para olvidar? Sería más fácil borrar toda huella, todo indicio de existencia.

Otro punto: no sé por qué, desde que comencé a leer la historia el nombre de Matilda me hace ruido. Hay una disonancia entre éste y la fotografía. Algo sucede o acaso, sólo una obsesión personal. Matilda, fonéticamente es un nombre tosco. La historia, su escritura, no lo es.

Anaís Barrios Flores dijo...

Hola, Nadia. Los recuerdos pueden ser una huella inborrable e incluso el único indicio de existencia. Entonces, ¿por qué no obsesionarse con olvidar?

Respecto al nombre de Matilda, quizás ese sea otro detalle disonante.

Gabriela dijo...

Amo a Matilda... ¡Que personaje! Lo leo y lo leo una y otra vez...

Edd Roberts dijo...

pasando por acá, sigo sosteniendo mi punto de vista con tu escrito, así como te comenté anteriormente (en el blog del colectivo letra franca).. incluso se le puede sacar bastante provecho; espero tengas la oportunidad de leerme.. Execelente..!!

Anónimo dijo...

Anaís, qué bien reencontrarte en este proyecto! Este texto esboza un personaje que bien podría ser parte de un proyecto mayor. Está bien descrita esa personalidad obsesiva de Matilda. Seguimos leyendo. Saludos.

Anaís Barrios Flores dijo...

Me alegra que hayas pasado por aquí Cristina, he pensado que Maltida pudiera desplegarse en una historia más completa, quizá lo haga. Gracias por leerme.

Emma Meléndez dijo...

Anaís, me encanta Matilda! Y definitivamente, tengo un personaje por ahí, que estoy segura de que sería una muy buena amiga para ella. Qué bonita ésta sensación. :D Un abrazo.

Anaís Barrios Flores dijo...

Qué fino Emmita! Hay que presentarlas para ver cómo se llevan, jeje. Me agrada que te haya caído bien Matilda.

Frankis Kis dijo...

Se me hace que Matilda es el "perfecto" ejemplo de una "histeria moderna".

Es muy llamativa la foto, ella no ve, pero se ve, y lo que más se ve es el hilito colgando del sombrero, sobre su fosa nasal derecha (quizás... como oda a la fosa nasal izquierda de la Sra. Fernanda). Me la imagino como un personaje de una peli de cine negro, en la que ella es, claro, la "femme fatale". Muy, muy perturbadora esta Matilda.

El personaje tiene mucha tela que cortar, expone claramente una manera peculiar de dividir al otro, de intentar ser deseada y de mantenerse cómodamente en su posición de insatisfacción, porque ella quiere olvidar, pero (como buena histérica) "sufre de reminiscencias".

Excelente post... ;) Gracias, me dieron ganas de leer a Freud nuevamente :)

Anaís Barrios Flores dijo...

Por ahí va la cosa Franca. Matilda es toda una dualidad, inconguentre y contradictoria, con sus artificios para el goce y el sufrimiento.

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