lunes, 31 de octubre de 2011

Ensalada de atún con aroma a cilantro de monte


Navegar por la web nos puede traer agradables experiencias, una de ellas fue conocer La flor del calabacín, un ameno blog de recetas con historias sobre el huerto y la siembra. A Ajonjoli, la creadora y narradora del blog se le ocurrió una simpática idea, que desde mi perspectiva nos anima a contactar con la naturaleza y dejarnos sorprender por ella. Se trata del Concurso de Comida Silvestre que en esta ocasión celebra su segunda edición, acompañada de muchos seguidores ansiosos de compartir sus recetas silvestres. Respondiendo al llamado del concurso decidí preparar esta sencilla receta, que vendrá a formar parte de las pocas que he publicado por aquí.

Primero les cuento un poco de la misma. El ingrediente silvestre de este plato es el cilantro de monte, se le llama así porque nace fácilmente alrededor de los campos  y de los patios de las casas. Esta planta americana fue usada por mi abuela para aromatizar sus sopas, guisos y ensaladas. De modo que mi mamá aprendió a usarla y luego me tocó a mí aprender a usarla. Recuerdo que de pequeña mamá me mandaba al patio de la casa a buscar cilantro y yo arrancaba las hojitas verdes pendiente de las hormigas que siempre andaban rondando la tierra.


La receta que les presento solemos acompañarla en casa con tostón (plátano verde rebanado y frito), esta vez usé los ingredientes que había en casa y aproveché un arroz del día anterior para hacer unas tortitas de arroz que quedaron muy ricas.

Ingredientes para la Ensalada:

2 tomates grandes
1 cebolla pequeña
1 aguacate pequeño
1 atún enlatado en agua
Un manojo de lechuga
Hojitas de cilantro
El jugo de medio limón
Aceite de oliva y sal

Ingredientes para las Tortitas de Arroz:

Taza y media de arroz cocido (del día anterior)
½ cebolla
2 ajíes dulces rojos
½  taza de agua
2 huevos
Tres cucharadas de harina todo uso
Sal, comino y pimienta

Preparación:

Primero preparamos la mezcla de las tortitas para hacer la ensalada mientras éstas se cocinan. Antes debemos poner a calentar un sartén antiadherente. En el procesador de alimentos colocamos el agua, la cebolla y el ají, lo procesamos hasta que quede todo en trocitos mínimos, luego esta mezcla la vertemos en un bol con el arroz, los huevos y la harina. Mezclamos bien hasta que quede homogénea y condimentamos al gusto.

Con una cuchara vamos extendiendo pequeñas porciones de la mezcla sobre el sartén que debe estar a fuego medio. No debe quedar muy gruesa la tortirta para que se cocine bien. Cocinar hasta que queden doraditas por ambos lados.

La preparación de la ensalada es muy sencilla, debemos picar todos los vegetales en trozos pequeños. El aguacate, la lechuga y el cilantro debemos picarlo cuando ya estemos a punto de servir la ensalada. Luego mezclamos todo con el atún y aderezamos con el jugo de limón, un chorrito de aceite y sal al gusto.

Servimos la ensalada junto a las tortillas y disfrutamos del placer de la comida y más si tiene un ingrediente silvestre. Esta receta rinde como para cuatro personas o para dos que coman mucho.





Microficciones

El pasado viernes y sábado estuve participando en un nutrido Taller de Microficción dentro del marco de la 12.a Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo. En esencia el taller fue un conversatorio donde reflexionamos sobre las características del microcuento y sobre el arte de escribir. El facilitador del taller fue Guillermo Bustamante, narrador colombiano y cofundador de la revista de minicuentos Ekuóreo. Bustamante nos acercó por medio de sus interrogantes a la naturaleza del microcuento y fue muy generoso en mostrar y compartir con nosotros una amplia variedad de microficciones. De esta enriquecedora experiencia, que más que apaciguar mis inquietudes las estimuló, quedaron estas dos producciones, una dentro de la modalidad del bestiario y otra empleando como base a una fémina de las fábulas.

Modies

Los modies, habitantes de todas las rendijas y comisuras existentes, se incuban y reproducen dentro del pensamiento de todo humano propenso a la tragedia. Como hay mucho humano trágico, habrá de suponerse que existe abundancia de modies rumiando justo los bordes que separan precipicio de camino. Es precisamente aquí donde subyace el poder de su naturaleza, pues las personas suelen temerle a su particular capacidad de sellar las ventanas y puertas que conducen hacia el sí mismo. Casi nadie percibe la sutil ternura y la vasta genuinidad que los conforma, pero todos coinciden en que son incertidumbre y certeza. 


Sin caperuza

Un buen día caperucita decidió no usar más su habitual caperuza roja, harta de que la creyeran una activista de izquierda. Así pudo internarse en la montaña a preparar el atentado contra el lobo. 

viernes, 28 de octubre de 2011

Mar negro*


Cuando Victorino entró al sanatorio afirmaba que en los jardines existía una gran playa, de arena suave y brisa tibia. Lo podíamos ver acostado en el césped haciendo una rutina de nado matutino. A veces le seguíamos la corriente y nadábamos con él hasta que el sol nos enrojecía el rostro. Una playa en pleno Querétaro era un verdadero privilegio, un escape frente a tanto vacío y miseria. Los días en la playa parecían marchar bien. Pero de un momento a otro, comenzó a temer de la playa. Creía que en cualquier momento de sus aguas saldrían piratas fantasmas para atraparlo. Ello coincidió con aquellos terroríficos gritos nocturnos que soltaba desde su habitación y que nos arrebataba el sueño y la confianza. Por él comenzamos a sentir miedo de lo que pudieran hacer los espíritus malvados que vestidos de blancos recorrían los pasillos y nos seguían a todos los lados. Ellos eran crueles y despiadados. Los gritos, esos gritos de Victorino eran terribles. Definitivamente había que temer. Todo sonido que antes era cotidiano ahora resonaba como música de infierno sobre nuestros oídos. Después no sólo era la noche la que aterraba, también el día se nos presentaba lúgubre e incierto. La tensión nos sostenía y un ambiente de incertidumbre mantenía al corazón expectante. Una mañana vimos a Victorino cumplir con recelo su rutina de nado, le hacía sentir bien. Luego de unos minutos se quedó flotando frente a los rayos del sol y se le vio esforzándose para no dormirse, pero no pudo evitarlo. Lo temido, sucedió. Cuando despertó el espectro estaba allí. 

*Texto de la 9na semana del proyecto literario Las 3 Variables.

jueves, 20 de octubre de 2011

Funeral*


entre polvo
y vidrio me sostengo
me lloro
porque en reversa
me transito.

vuelvo a esta casa
que recordaba
menos oscura y triste
y soy destiempo
huésped irreconocido
por las ventanas.

¿por qué nadie me dijo
que al regresar
iba a encontrar
un funeral de mí?


*Octavo texto del proyecto literario Las 3 Variables.

jueves, 13 de octubre de 2011

Fragmento del olvido*


Frente a la incandescencia de esta lámpara de hospital te trazo estas letras, este trozo que será de nadie, este grito ahogado. Lamento poner en evidencia nuestra soledad con estas líneas. ¿Qué te puedo decir que ya no sepas? Ha sido un goce sufrir contigo. Tanto esfuerzo por remendarte y te desprenderás de a pedacito. Te me escurrirás por dentro. Te fugaras sin rastros por las rendijas de mí misma. Ya lo dijo el médico y me lo escribo para ti: Alzheimer. Así se llama la nada que nos está soplando el tiempo y nos desordena como a hojas secas los recuerdos. Sólo por hoy tenemos esta certeza. El cofre de la memoria transita el abismo, algún día caerá y todo será página en blanco, vacío sin fondo, oscuro sin bordes. 

¡Mi misma suelta el lápiz! Sal a la calle, busca la música y danza un rato. Dejemos este fragmento del olvido que ya el camino está dispuesto para desandarlo. 

*Séptimo texto de la semana siete del proyecto literario Las 3 Varibles

jueves, 6 de octubre de 2011

Lu Yanshao*


Desde que el abuelo Lu Yanshao dejó la cocina comenzó a comportarse de forma extraña. La pérdida de memoria y su sordera progresiva nos trajeron problemas con algunos clientes y tuvimos que pedirle con mucha pena que no cocinara más en el restaurante. Desde entonces, se le veía más ensimismado y había adoptado la descabellada manía de perfumarse con especias. Así la mayor parte del tiempo permanecía sentado al extremo izquierdo de la barra, observando como las mesas se llenaban y vaciaban de comensales mientras acariciaba esa planta tan exótica y tétrica que nunca supimos de donde sacó. Lo cierto, es que se aferraba a ella con ferviente afecto. Un día nos sorprendió. Con determinación agarró uno de los delantales, se lo puso, entró a la cocina (no pudimos detenerlo) y después de una hora salió con un inmenso plato de Pollo Kung Pao, se acercó a la planta y se lo ofreció mientras susurraba para sí: “eres mi plantita carnívora y confío en ti, confío”. A los días de aquel acto de insensatez, se vistió muy elegante y se perfumó con pimienta szechuan para permanecer sentado donde siempre, pero esta vez acariciaba su planta compartiendo con ella una expresión de complacencia y al mismo tiempo de espera. Cuando el ruido habitual del restaurante fue cediendo y no había más que un lejano choque de cubiertos y murmullos a punto de despedirse del día, el abuelo se acercó a la ventana para mirar la noche con detenimiento, luego sujetó a su planta y penetró la cocina hasta el fondo. Al ir  a buscarlo, encontré sólo a la planta puesta en una mesa con un aspecto rozagante y vivaz como jamás la había visto y sobre sus pequeñas hojas descansaba polvo de pimienta.  

*Texto de la sexta semana del proyecto literario Las 3 Variables.