viernes, 29 de octubre de 2010

Cadáver Exquisito: Stultifera Navis*

Nadie sabe a donde
va este barco rojo
naufragos en la inconciencia
corrían eternamente mientras
sus gritos los seguían
diviso tu silueta
en el fondo de la cocina
zarpan felices, crean vida
para morir en su vertiente oscuro
los he olvidado
cuerdos

Escrito por: Niddy, María Virginia, Hadit, Andrea, Carlos y yo.

*Este texto no tenía fecha, yo presumo que pudo ser escrito en el año 2005 o 2006 durante el taller de poesía que dirigía mi amiga Niddy Calderón (en aquel momento era mi profe). Lo curioso es que no recordaba que existía hasta que, por azar o sincronicidad, abrí un libro de E.A. Poe que tenía abandonado en mi biblioteca y plas! apareció reluciente y quieto como el ahogado más hermoso del mundo.

lunes, 27 de septiembre de 2010

No es más...

El autobús no es más que gente amontonada que sale con esperanzas y regresa con cansancio. Mientras viajo en él hay mañanas en las que juego a que mi nariz es una caña de pescar y persigo los olores de las personas hasta atraparlos, como si les quitara un pedacito de sí mismas. Por eso prefiero las mañanas dentro del autobús, por los olores: champú, colonia, jabón, cremas, ropa limpia. Me gusta creer que todos esos olores son pulsión de vida, que todos los viajeros se alistan para la fiesta, para el encuentro con el sueño amado. En cambio las noches se me hacen pesadas, con esa luz tenue del autobús que cae como un manto sobre nuestras cabezas, con ese olor pegajoso de sudor y ensimismamiento. Por las noches parece que los fantasmas salen, penetran las ventanas y regresan con nosotros a casa. Así la vida se escurre sumida en un recorrido fluctuante donde la parada de la alegría no es más que brevedad y asombro.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Del Extranjero a Taxi Driver: Un recorrido por el absurdo humano

Durante estos últimos días me he topado con dos obras que abrieron en mí unas cuantas interrogantes y estoy segura que no sólo a mí sino a todas las personas que han podido leer y ver estas dos producciones del arte, una literaria de la mano de Albert Camus (1942) y otra cinematográfica escrita por Paul Schrader y dirigida por Martin Scorsese (1976). 

Aquí no pretendo tratar el desarrollo y la complejidad psicológica de los protagonistas de estas obras, sólo quiero comentar sobre lo otro: lo social. Sobre la humanidad y su moralidad. Y es que para mí lo sorprendente no es sólo lo individual en cada personaje sino lo colectivo como representación de un sistema y una realidad absurda que moldea y enmarca esa individualidad y viceversa, puesto que no existiría lo social sin los individuos, sin la existencia misma de lo humano. 

En el Extranjero nos topamos con el particular Meursault, un sujeto que resulta un extranjero dentro un sistema social que no lo comprende y que él tampoco se esfuerza en comprender. A Meursault lo juzgan y sentencian a muerte no específicamente por matar a un hombre sino por no demostrar dolor y sufrimiento ante la muerte de su madre. En contraposición, a Travis en Taxi Driver no lo apresan por matar a un proxeneta y otros corruptos, lo cual en esencia lo hace ser un asesino, sino que lo convierten en un héroe en New York sin considerar claramente la violencia que encarna y se encuba en sí mismo. Todo un círculo vicioso, toda una muestra de la enfermedad moral de la que somos partícipes.

En ambas obras, magníficamente llevadas, nos encontramos con dos realidades que fluctúan entre los extremos del sinsentido. Fue inevitable quedar suspendida en una conciencia y una realidad expansiva y tangible: la del absurdo de la existencia humana, con sus actos y (des)construcciones.

Para algunos estas dos producciones podrían ser muestra y significado de una humanidad decadente, del progresivo fin, de la absurdidad absoluta que lo abarcará todo. Pero partiendo desde Camus ¿Por qué ha de ser así? Si más bien lo absurdo podría ser una transición, un trampolín que nos coloca en una inflexión donde tenemos que decidir y actuar. La conciencia del absurdo no necesariamente es el fin, podría ser el comienzo: La búsqueda de sentido. Pero eso ya cada uno lo decide. 

Publicado en: Colectivo Letra Franca

sábado, 14 de agosto de 2010

Los espantos se espantaron

 Montaña arriba, en los caminos empinados y pedregosos, en las noches oscuras sin luna la gente se metía en sus casas, nada más los perros se mostraban y una que otra carterita de licor abandonada en el camino por algún campesino que para ver mejor las piedras calentaba sus piernas, antes de acompañar a los ríos en el sueño. En esos caminos solitarios, entre ladridos y silencios, los peregrinos andan con la vida, llevando consigo todo aquello que encuentran y les permite reconocerse. 

Anaís y Hadit
Mérida 2006

Nota: Esta historia fue escrita a dos manos, las dos manos de una amistad, es una historia de peregrinas en un lugar de asombros. Fue escrita durante una noche oscura a la orilla de un camino merideño tan solitario que Hadit y yo no tuvimos otra que pensar que los espantos se espantaron…
 

viernes, 14 de mayo de 2010

Crocantes y dulces

Sin proponérmelo he encontrado la mejor táctica y estrategia. El más sublime, genuino y megapoderoso instrumento para conquistar el mundo. Nunca había considerado esta hazaña, pero ya que se presenta la oportunidad no la puedo perder.

Napoleón, Pinky y el Imperio Norteamericano nunca imaginaron que yo, la soñadora insomne, me los llevaría por delante con este fabuloso plan.

¡Conquistaré el mundo con galletas!

Sí, con galletas. Después de descubrir la receta de Galletas de Papelón del cocinero venezolano Víctor Moreno, después de hacerlas con el rigor metodológico y afectivo que implica cocinar, después de saborear la creación magnífica: crocante, dulce, aromática y con la humedad exacta no dudé que con galletas podría rendir el mundo a mis pies.

El plan es el siguiente: como futura gobernadora del mundo acompañaré las adictivas galletas con otras estrategias que han funcionado para el control de las masas, éstas sólo van a fungir como complemento puesto que el verdadero poder está en las galletas. Entonces es obvio que emplearé un poco de demagogia, nunca puede faltar esa herramienta del discurso y la retórica para seducir a los pueblos. Luego con un poco de práctica seré la insomne más carismática que han conocido antes (tendré twitter y echaré chistes y todo) y por último no dejaré de emplear el eficiente método del asistencialismo, por ello ejecutaré estos programas sociales: Centro Médico Integral Galena Galleta, Comedor Popular Galletas Insomnes, Galleta Milagro (para niños y personas en la calle), Galleta Vivienda y EducaGalleta, entre otros. En todos se darán galletas de papelón gratis.

Ofreceré galletas a todo el que me adule y quien se atreva a oponerse a mi mandato lo castigaré con años de encierro donde sólo comerá galleta de soda vencida.

Ninguna trasnacional galletera tendrá más poder, aunque seguro me tocará darles algunas concesiones y crear empresas mixtas para dominar el poder popular. Cuando se quiere tener poder hay que lidiar y negociar con los que también lo anhelan.

Por otra parte, mi sistema de seguridad nacional reprimirá las manifestaciones con fusiles lanzadores de panes duros y con gas del bueno extraído de leche fermentada. Seré todo un gobierno con cultura galletuna. Muajajaja… 

Un momento. Esto de pensar en conquistar el mundo atrapa la mente…

Creo que estoy exagerando. En vez de conquistarlo podría salvarlo. ¿Por qué no? Salvarlo de la insensibilidad expansiva, del individualismo aislante, de la superficialidad común, de la carencia de creatividad, emoción y amor por la vida.

Lo dijo Bukowski: para salvar al mundo, hay que salvar a los hombres de uno en uno, lo demás es romanticismo grandilocuente o política. Él también exagera, pero en parte tiene razón. Así que decido conquistar y salvar el mundo compartiendo el placer de las cosas y de la comida, no hay nada más que rescate a las personas que el afecto y para mí cocinar es crear y dar afecto.

Aquí les dejo esta receta que fue publicada en la Revista Bienmesabe en marzo 2010.

Galletas de Papelón
2 ¼ tazas de harina todo uso
2 cucharaditas de bicarbonato de sodio
1 cucharadita de canela molida
¾ cucharadita de jengibre molido
½ cucharadita de pimienta guayabita molida
½ cucharadita de clavo de olor molido
½ cucharadita de sal
½ taza de manteca vegetal a temperatura ambiente
½ barra (1/4 de taza) de mantequilla sin sal suavizada
1 taza de azúcar morena oscura
1 huevo grande
½ de papelón molido

Precalienta el horno a 180º C.

Bate la harina, el bicarbonato de sodio, la canela, el jengibre, la guayabita, el clavo de olor y la sal en un tazón hasta que éste bien mezclado.

Luego bate la manteca, la mantequilla y el azúcar morena en un tazón grande con una batidora eléctrica a velocidad media alta hasta que quede una mezcla pálida y esponjosa, unos 3 minutos. Agrégale el huevo y el papelón, batiendo hasta combinar.
Agrégale ahora la mezcla de la harina a la mantequilla, mezclar suavemente hasta que quede una masa homogénea.

Con las manos húmedas, has bolitas de aproximadamente 5 centímetros de diámetro, y colócalas en una bandeja de hornear, sin engrasar, con otros 5 centímetros de separación entre una y otra. Hornea  de 10 a 12 minutos, volteando la bandeja la mitad del tiempo para que se doren parejas.

Después disfruta del olor a galleta que impregnara tu casa durante el tiempo en que se están horneando. Al sacarlas el Chef sugiere decorarlas espolvoreando azúcar pulverizada. Acompañadas con leche son lo máximo, una experiencia suprema. 

lunes, 19 de abril de 2010

Sobre el porqué me gusta leer los libros a la antigua

Quizás el título les resulte sugerente, pero antes de hablarles del por qué, creo es importante comentarles que este título surgió hace unos 3 años más o menos (no estoy segura de cuánto tiempo tiene esperándome) de una conversación virtual entre el que ahora es mi novio, Víctor, y yo. Entonces recuerdo que yo le decía que prefería mil veces leer los libros en su apariencia física que en la digital, le comencé a dar las razones y estuvo tan agradable la conversa que Víctor me sugirió escribiera sobre ello y además me regaló el título (el de arriba), me gustó y lo guarde en mi PC hasta hoy. 

Hay muchas razones que me hacen preferir leer un libro a la antigua; razones sensoriales, razones espaciotemporales, razones de comodidad y libertad, razones vinculares y otras que irán surgiendo mientras escribo esto.

Empezaré por las sensoriales. Lo mejor de leer un libro en su aspecto físico es tocarlo. No es lo mismo tocar el monitor, el ratón o el teclado que tocar la textura de la portada, de las hojas, el relieve de las letras sobre el papel, sentir correr las hojas entre tu dedo pulgar y los otros. Tocar sus dimensiones para reconocerlo y conocerlo, lo tangible como real, lo tangible como sentimiento de posesión: eres mío y voy a devorarte lentamente, voy pasar detenida por ti, despacito como iría El Principito hacia una fuente…

Luego me gusta olerlo, abrir un documento en tu PC no huele a nada, a menos que justo en ese momento alguien se perfume, o estén cocinando en casa o cerca o que tus propios olores emanen solitos, pero sería otra cosa, no lo que lees. En cambio abrir un libro tiene su olor: a papel, que al mismo instante huele a corteza de árbol (eso me parece o imagino), olor a tinta, pega, a tiempo, olor de palabras. En esta misma sintonía, se adjunta el sutil sonido que produce el recorrido que hacemos por el libro, el pasar de las hojas, una tras otra crea una melodía lenta y progresiva. Y por supuesto verlo, verlo para leerlo y así saborearlo y poder contaminarte del misterio, de la ficción o puntiaguda realidad, para dejarte llevar como quien flota en el agua. Tocarlo, olerlo, verlo, saborearlo y oírlo son las condiciones previas para la entrega.

En cuanto a las razones espaciotemporales, éstas van de la mano de aquellas relacionadas con la comodidad y libertad. Es evidente que un libro lo puedes leer en cualquier momento o lugar siempre y cuando tengas oportunidad y quieras hacerlo. Leer en el autobús, en el metro, en la cama, en el baño, en donde te provoque. Leer sin temor a que te lo roben (éste sí que es un gran beneficio; una vez me robaron y lo único que me quedó fue el libro que llevaba en la mano). Además que puedes experimentar con el libro varias posiciones: acostado boca arriba o boca abajo, sentado, semisentado, de ladito, del otro ladito, parado y todo lo que la imaginación y las ganas te ofrezcan. También experimentas comodidad y placer, así como dice enfáticamente María Alejandra: ¡No hay nada más rico que leer tirado en el piso con muchas almohadas! ¿No es una maravilla abrirte al asombro sintiéndote cómodo y libre, asido a ese lugar y hora donde te sientes seguro y satisfecho?

Aparte, el libro tiene otras cosas que me hacen preferir leerlo a la antigua: el hecho de meterles hojitas de arboles como marcadores, de poder marcar sus hojas doblándole la punta superior (como la antología de poesía colombiana de Marcos que ha pasado por varias manos y tiene muchas hojas dobladas capaces de conmovernos), de subrayarlos tal cual como quiero y no tener que someterme a las opciones que me da el programa digital donde viene el libro. Escribir en sus márgenes mis reflexiones o ideas. Dejar dedicatorias. Aunado a que si se cae, a pesar de que te duele, por lo general sólo lo limpias y revisas, sin la tragedia de tener que llevarlo a un técnico para reparación. Si se te moja, por lo menos no corres el riesgo de electrocutarte y perder otros libros o informaciones que allí guardabas.

Así muchas cosas más que no me vienen a la mente y que en conjunto con las mencionadas vienen a darle sentido a las razones vinculares. Poder hacer todo ello con un libro, es concientizar de forma estrecha e intima la existencia de éste y la propia. Establecer una relación, un vínculo, un código personal para apreciar la vida. ¿Cuántos le tenemos afecto a un libro o a varios? por acompañarnos en nuestra vorágine, en el andar y devenir cotidiano, en la alianza con los otros y con el mundo. Porque se esconde allí en tu mochila y te dice: recuerda que me tienes cerca. Porque absorbe receptivo y comprensivo el sudor u olor de tu mano, así como recibe tu lágrima y te ayuda a construir tus sueños, que también son los sueños de otros. Porque alimenta aquellas relaciones que surgen alrededor de sí, gracias a aquella calidez y cercanía que en el ámbito mágico y arrollador de la palabra se enlazan, como una araña tejedora de afectos; ello es incomparable con cualquier ventaja que pueda tener un libro digital. No cambio la lectura -ternura- nocturna de leer cuentos con mis sobrinos, no cedo la oportunidad de recitar poemas en compañía de amigos y hermanos ni de leer una novela en conjunto contigo Víctor. No cambio las infinitas formas en la que un libro puede unir corazones y hacer de la vida una lúdica fascinante.

Quizá corra algunos riesgos bajo estas preferencias, como aquella que refleja el cuento Vanidad de Eduardo Liendo, donde el personaje, de tanto leer, se convirtió en libro. 

La tecnología avanza y amenaza con todas sus dotes benefactoras. También hay razones ecológicas, pero hay unas completamente humanas, románticas si así quieren llamarlas, por las cuales prefiero mil veces leer los libros a la antigua. ¿Y ustedes que prefieren?

sábado, 13 de febrero de 2010

Cosquillas

Pensar. Cuando me doy cuenta ya estoy pensando, siempre. Pero hay una comunión; el momento intransferible en que decides seguirle la pista a tu pensamiento, corretear detrás de él en busca de intimidad contigo mismo, meterte por los recovecos, por los suburbios que te habitan, recorrerte por las orillas y encontrar lo que te sostiene y te erige afuera en el mundo. Regresar a casa, mirar por la ventana y pensar:

Me hubiese gustado conocer a mi tía Lida; creo que ella fue la única que rompió, mientras vivía, la cadena de mujeres convencionales, frustradas, reprimidas y destinadas al hogar que representa todavía una parte de mi familia. Siento cierta admiración por ella; aunque la conozco desde lo que mi madre me ha contado y sobretodo de lo que imaginé a través de esas historias: una mujer valiente, líder, que amó sin temor, que siempre expresó lo que le ardía o fluctuaba. La imagino plena y vasta, solidaria, siempre adherida a lo justo. ¿Será que era feminista? Puedo verla leyendo tratados, acudiendo a reuniones clandestinas, desfragmentando sus creencias, expurgando su memoria y su cuerpo de fantasmas opresores. ¿Eso tendrá que ver con aquel libro de Lenin que encontré una vez en el cuarto de mi hermano? ¿Ella se lo habría heredado a escondidas de todos los reaccionarios? Ahora que él no está no sabré si alguna vez lo leyó. ¿Habrá militado? Él que se la pasaba en la escuela de arte y en sus alrededores, todos llenos de inquietudes y cuestionamientos. ¿Será que todos los artistas saben algo sobre El Capital de Marx y Engels? Me parece que no. Pero creo que para entender el mundo no basta con sufrirlo; se necesita de búsqueda, de conciencia, sensibilidad y criterio. Como aquella anécdota del hermano de Marla, según lo que nos contó su risueña madre, desde muy pequeño tenía sensibilidad para los asuntos políticos y hoy es museólogo. Marla y su casa tan particular, llena de objetos antiguos, muchos libros, máscaras, esos moldes de zapatos en madera envejecida. Recuerdo cuando papá me alzaba entre los brazos para subirme en la mesa del señor que hacía los zapatos ortopédicos. Ese señor, sucio de pega y negro de zapatos, siempre con barba gruesa de días sin afeitado, flaco y melancólico como todos esos montones de moldes y zapatos que lo rodeaban y sostenían en un misterio intangible para mi ojo pueril; me subía a la mesa y parada sobre un papel con el pie descubierto, siento el recorrido del bolígrafo alrededor de mi pie. Cosquillas; sonrío y siento cosquillas...

 Pensar, desandar la memoria, abrazar al olvido como un cálido despertar. 

miércoles, 20 de enero de 2010

Antena Insomne

Una vez un amigo me dijo que escribir ayuda a asentar las ideas. Yo agregaría que también ayuda a concientizar y dejarlas conocer a los otros y, ¿por qué no?, es una forma de expresar explícita o implícitamente las necesidades. Y es que Anaís Insomne surge más de una necesidad que de cualquier otra cosa; la necesidad de escribir, de crear, de obligarme a profundizar. Esa necesidad de traspasar la superficie de las cosas cotidianas y comunes. Básicamente es una oposición, una rotunda negación a dejar pasar los días sin la conciencia de vivirlos. Si llego a anciana, quiero ser una vieja con anécdotas, una cuentacuentos que no le da tregua al olvido. Escribir es también para mí una alianza con las cosas, con los otros, con la historia; es una danza, entretejer una red inacabable que condense la vida misma. Así Rimbaud nos dice a todos: He tendido cuerdas de campanario a campanario; guirnaldas de ventana a ventana; cadenas de oro de estrella a estrella, y danzo.


Quizá de esta necesidad de escribir y de contar fue como el Temístocles Pacheco de Eduardo Liendo se transfiguró en mosca para luego decirnos: es la mosca la que contempla el mundo y me lo describe. La que se contamina de exterioridad imágenes, árboles, cielos, rostros, sangre, espuma, campanas, truenos… para que yo piense. Para que pueda moldear con palabras mi rico mundo anímico (…).


Si no soy mosca soy insomne, si no soy insomne soy y escribo. Escribir porque en un corazón no siempre cabe todo, para que las palabras no sean una masturbación en mi conciencia, para no caer sin salida en la Paradoja del Insomne de Juan Calzadilla: Estoy bastante satisfecho / de poder hablarme a mí mismo / y de que además, pueda ser / oído por alguien que, como yo, / es de mi entera confianza(…).


Por ello y otras cosas posiblemente inconscientes, intangibles e invisibles surge este espacio para escribir bajo el insomnio que me acompaña o sin él, pero eso sí, siempre atenta como antena como advierte Sophia de Mello. Este blog es una forma de, al igual que Gustavo Pereira, contar una parte de las insignificantes / aventuras del ojo / por países de adentro por grietas húmedas atravesadas / de venas inacabables (…).


Así, aquellos insomnes que como yo andan curiosos, inquietos y ante todo se oponen, pueden encontrar aquí un lugar donde converger y divergir, donde tejer juntos la lúdica de las cosas.