miércoles, 11 de enero de 2012

Como cruje la tierra


Anoche crují, como cruje la tierra ante la aridez. La niña llora, es un llanto que rebota en las paredes, que se arrastra por el piso y prueba la tierra, las migas de comida que las hormigas traen. La niña llora otra vez y no sé en que parte de mi cuerpo se encuentra. Trato de acallarla pero me doy cuenta que los demás la miran en el temblor de mis manos, en mi voz pueril, en mi olor a orine o las trenzas desamarradas de mis zapatos. Anoche crují, como cruje la tierra ante la aridez. No sé con qué fuerza vine a la oficina, si me miran de reojo y algunos muestran temor ante mi presencia. Todo este ruido de máquinas, el olor de papel y café entremezclados, el abrir y cerrar de gavetas, el lápiz deslizándose por la hoja, el anuncio de la llegada del ascensor me hacen olvidar de a ratos a la niña, me dan la seguridad de que el caos puede funcionar ordenadamente. Aquí juego a equivocarme para el castigo, aquí la culpa toma sentido. Vengo para la oficina porque no puedo estar sola, porque necesito al otro que me acuse de culpable y así alivie las preguntas. Anoche crují, como cruje la tierra ante la aridez. He derramado el café, sobre la mancha negra me inclino y me reflejo, lo que vi de mí no es lo que conozco. Entonces el llanto de la niña fue cediendo paso a una risilla, contenida y vengativa. Me levanté despavorida y mi sombra ya no es mi sombra. Anoche crují, como cruje la tierra ante la aridez. 

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