miércoles, 28 de septiembre de 2011

Humedad*


Con el rostro lúgubre Don Felipe se incorpora a la sala donde lo esperan sus cuatro hijos. Éstos, tensos y cansados, lo miran con ojos interrogativos. Don Felipe se plantó frente a ellos y le habló a cada uno:

- Carlos, Luis, Fernando, Gerald… Su madre ha muerto.

El silencio que desde hace dos horas se mantenía recio e inquisidor sobre el aire de aquella casa caracol (espiral de la soledad) rompe en un sollozo impotente. Cuatro sollozos contenidos arañan el aire de la casa caracol.

- Prohibido llorar – advierte Don Felipe en tono definitivo.

-Es injusto que hoy, precisamente hoy, tengamos el deber de cumplir esa absurda regla –protesta Fernando-.
- En esta casa de hombres no se llora, ya lo saben y ya dije.

Luis que siempre fue el conciliador, se estruja los ojos e interviene con una actitud insoportablemente sumisa.

-Papá tiene razón, no hacemos nada con llorar, es una pérdida de tiempo.

- No entiendo. Sí puedo llorar, lo estoy haciendo y no puedo dejar de hacerlo –agrega con indulgencia Gerald, el menor de los hermanos-.

- ¡Se callan! Semejante tontería estar llorando por lo único absoluto que tenemos en esta condenada vida: la muerte. Escuchen bien, la mu-er-te.  Su madre murió y es natural, no vale la pena soltar ninguna lágrima.

Con estas últimas palabras Don Felipe se tambalea y cae sentado en el sofá sin perder la rigidez de su postura intimidante.

Mientras Carlos miraba el movimiento de los árboles tras la ventana, se atreve a hablar en tono aplanado:

- Papá, no puedes prohibirnos algo que seguro inútilmente no has podido prohibirte tú.

Don Felipe se remueve en el sofá y con ojos encendidos mira a Carlos. Ya a punto de defenderse y de convertir en grito aquella punzada se detiene con brusquedad. Al unísono, todos miran hacia la ventana. Un ruido lejano se aproxima y como caballo desbocado  cabalga por los techos de las casas, por la copa de los arboles y la superficie de las cosas. Incomprensiblemente, el ruido penetró la casa caracol y se ubicó justo encima de Don Felipe. Así fue como una lluvia océano, salada y pesada, acompañó a Don Felipe y lo humedeció ese día y para siempre.  

* Quinto texto de la quinta semana del proyecto literario Las 3 Variables. 

3 comentarios:

Cristina Calduch dijo...

Me gustó mucho, Anaís. Por lo que transmite, por las sensaciones que se intuyen y que quedan sin decir, por la atmósfera explosiva, por lo universal del tema. Saludos.

Anaís Barrios Flores dijo...

Gracias, Cristina

Me costó un poco desarrollar una idea para estas 3 variables y lo que se me ocurrió fue usar una imagen que desde hace días quería escribir y que de alguna forma se ajustaba al reto de esta semana. Por eso, es que rompí un poco con las variables y en vez de un diálogo hice un cuento con diálogo.

Me alegra que este texto te haya transmitido todo eso. Nos estamos leyendo.

Víctor Mosqueda Allegri dijo...

Ani. Me encanta. Y me encanta mucho más saber que esa pequeña chispa que tienes para el microcuento la estás explorando a través del Proyecto 3 Variables. Lo único es que estás pasada de tramposa, porque esto que escribiste no es un diálogo y no estoy muy seguro de que hable sobre falsa moral. Pero bueno, cuando un cuento sale así de bueno, no hay mucho de lo que uno pueda quejarse. Un besote.

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