Desde que la conozco me he percatado que a Matilda le gusta
perturbar. Diría que es su pasatiempo, su breve resistencia, algo así como un
reclamo y también una sacudida. Eso que hace es como ese ruido con los pies que
quiere hacer Nicanor Parra. En algunas conversaciones me ha dejado entrever que
desde pequeña le ha atraído lo anormal, aquello que no encaja, que está fuera
tono. En todo lo que a simple vista pudiera parecer perfecto, ella encuentra el
detalle disonante, pero cabe decir que no es aquello evidente, es precisamente
lo mínimo, lo que tímidamente se asoma lo que a ella le fascina mirar y hacer
notar. Definitivamente es una obsesa con eso, ella sostiene que es justo la
naturaleza casi imperceptible de los detalles, lo que les otorga una presencia callada,
tan quieta como incómoda. Para ella son señales de que algo no se debe olvidar,
de que algo intrínseco es inevitable negar. Es por eso que Matilda pudo notar
desde la distancia una chispita de aceite posada en el vestido blanco de
lunares azules de la sífrina del piso 5. Asimismo no puede dejar de mirar el
ligero abultamiento de la fosa nasal izquierda de la Sra. Fernanda, la del
abasto. La semana pasada vio como el zapato derecho de Andrés, el compañero de
clase que se sienta en la segunda fila cerca de la ventana, fue pulido con más
esmero que el izquierdo. No la satisface tanto ver el detalle como hacerle ver
al portador del mismo la presencia de éste. Otras veces es ella, la que se
encarga de lucir y llevar consigo un detalle disonante. De modo que puede salir
a la calle con nueve uñas de sus manos pintadas de rojo fuego y una de rojo
pasión o puede tejerse en el cabello dos criznejas y dejarse una dos centímetros más larga
que la otra, también puede llevar una camisa de botones blancos entre
los cuales se encuentra uno amarillo. Claro, es necesario mencionar que no
siempre logra su cometido, el de perturbar, pues no todos son iguales de
obsesos que ella y los pequeños detalles pasan desapercibidos o son ignorados
aunque ella los resalte. A mi parece evidente que Matilda se esfuerza mucho,
que se aferra a la excusa de encontrar lo mínimo como señal de algo que quiere
olvidar, como signo de que algo intrínseco intenta negar. Matilda huye desde
hace mucho tiempo, de algo perfecto y mucho más grande que sus detalles
disonantes, puede que huya del dolor o quizás de la muerte, eso no lo sé. Lo
único que puedo mostrarles de Matilda es esta foto, se la hizo ella misma, la actuó
ella misma, encuentren ustedes el detalle disonante y vayan conociendo a Matilda.
Primer texto del Proyecto Literario Letras Instántaneas.
10 comentarios:
A grande rasgos, olvidar lleva a Matilda a obsesionarse con ciertas cosas. ¿Es esto posible? ¿Será el mismo olvido una obsesión? ¿Nos obsesionamos para olvidar? Sería más fácil borrar toda huella, todo indicio de existencia.
Otro punto: no sé por qué, desde que comencé a leer la historia el nombre de Matilda me hace ruido. Hay una disonancia entre éste y la fotografía. Algo sucede o acaso, sólo una obsesión personal. Matilda, fonéticamente es un nombre tosco. La historia, su escritura, no lo es.
Hola, Nadia. Los recuerdos pueden ser una huella inborrable e incluso el único indicio de existencia. Entonces, ¿por qué no obsesionarse con olvidar?
Respecto al nombre de Matilda, quizás ese sea otro detalle disonante.
Amo a Matilda... ¡Que personaje! Lo leo y lo leo una y otra vez...
pasando por acá, sigo sosteniendo mi punto de vista con tu escrito, así como te comenté anteriormente (en el blog del colectivo letra franca).. incluso se le puede sacar bastante provecho; espero tengas la oportunidad de leerme.. Execelente..!!
Anaís, qué bien reencontrarte en este proyecto! Este texto esboza un personaje que bien podría ser parte de un proyecto mayor. Está bien descrita esa personalidad obsesiva de Matilda. Seguimos leyendo. Saludos.
Me alegra que hayas pasado por aquí Cristina, he pensado que Maltida pudiera desplegarse en una historia más completa, quizá lo haga. Gracias por leerme.
Anaís, me encanta Matilda! Y definitivamente, tengo un personaje por ahí, que estoy segura de que sería una muy buena amiga para ella. Qué bonita ésta sensación. :D Un abrazo.
Qué fino Emmita! Hay que presentarlas para ver cómo se llevan, jeje. Me agrada que te haya caído bien Matilda.
Se me hace que Matilda es el "perfecto" ejemplo de una "histeria moderna".
Es muy llamativa la foto, ella no ve, pero se ve, y lo que más se ve es el hilito colgando del sombrero, sobre su fosa nasal derecha (quizás... como oda a la fosa nasal izquierda de la Sra. Fernanda). Me la imagino como un personaje de una peli de cine negro, en la que ella es, claro, la "femme fatale". Muy, muy perturbadora esta Matilda.
El personaje tiene mucha tela que cortar, expone claramente una manera peculiar de dividir al otro, de intentar ser deseada y de mantenerse cómodamente en su posición de insatisfacción, porque ella quiere olvidar, pero (como buena histérica) "sufre de reminiscencias".
Excelente post... ;) Gracias, me dieron ganas de leer a Freud nuevamente :)
Por ahí va la cosa Franca. Matilda es toda una dualidad, inconguentre y contradictoria, con sus artificios para el goce y el sufrimiento.
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