Anoche crují, como
cruje la tierra ante la aridez. La niña llora, es un llanto que rebota en las
paredes, que se arrastra por el piso y prueba la tierra, las migas de comida
que las hormigas traen. La niña llora otra vez y no sé en que parte de mi
cuerpo se encuentra. Trato de acallarla pero me doy cuenta que los demás la
miran en el temblor de mis manos, en mi voz pueril, en mi olor a orine o las
trenzas desamarradas de mis zapatos. Anoche crují, como cruje la tierra ante la
aridez. No sé con qué fuerza vine a la oficina, si me miran de reojo y algunos
muestran temor ante mi presencia. Todo este ruido de máquinas, el olor de papel
y café entremezclados, el abrir y cerrar de gavetas, el lápiz deslizándose por
la hoja, el anuncio de la llegada del ascensor me hacen olvidar de a ratos a la
niña, me dan la seguridad de que el caos puede funcionar ordenadamente. Aquí
juego a equivocarme para el castigo, aquí la culpa toma sentido. Vengo para la
oficina porque no puedo estar sola, porque necesito al otro que me acuse de
culpable y así alivie las preguntas. Anoche crují, como cruje la tierra ante la
aridez. He derramado el café, sobre la mancha negra me inclino y me reflejo, lo
que vi de mí no es lo que conozco. Entonces el llanto de la niña fue cediendo
paso a una risilla, contenida y vengativa. Me levanté despavorida y mi sombra ya
no es mi sombra. Anoche crují, como cruje la tierra ante la aridez.
miércoles, 11 de enero de 2012
Como cruje la tierra
Publicado por
Anaís Barrios Flores
en
9:55 a. m.
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